— Había cedido tantos espacios en mi vida
A sombras que opacaron toda luz que habitaba en mí
Aunque algunas surcaron la superficie
Para acariciarme brevemente la existencia...
Descubriría, que realmente me abrazaba un frío
Que me congelaba el alma
Me apartaba del furor y las llamas
En las que me permitía a mi misma
Encenderme.
Q u e m a r m e. F u n d i r m e. A r d e r i n f i n i t a m e n t e.
En la brasa de mis emociones
Incluso si al carbón, oscuras se tornaban
Inclusive si en la locura
De alimentarlas con dinamita
Un incendio ineludible, causaran
No importaba.
La sensación de envolverme en ellas
Y que el calor recorriera
Cada fibra, cada órgano, cada nervio
Convirtiendo en cenizas mis convicciones
Superfluas y vagas
Donde las hipótesis sobre cómo vivir y amar
Simplemente se evaporaban.
M e e s t r e m e c í a
— Porque entendería
Que no hay acto más desafiante qué
Entregarnos a esa fogata
Donde toda creencia, costumbre y pensamiento
Se incineran
Y no hay límite, forma o valor númerico
Que posea realmente significado
Ni otorgue luminiscencia alguna
A nuestra persona.
Porque todo el peso de vuestra esencia
Es la chispa que resplandece eternamente
En vuestros ojos
Cuando nos enamoramos de la vida.
Y s e t r a n s f o r m a e n u n f a r o i n e x t i n g u i b l e
— Habría olvidado el mérito de sentir
Tan íntimamente. Tan salvajemente. Tan profundamente
De no ser por las palabras
Que me enardecen
Como si en el infierno, bailando estuviera
Porque eso soy.
Descanso en llamaradas si el oxígeno se absenta
Y la oscuridad de una larga noche, prospera.
Pero retorno despacio
Con el ímpetu de una lumbre
Que estalla en un desastre de letras
Hasta consumirlo y conquistarlo todo
Su alma. Su tiempo. Su vida
A ella misma.
Vengo del fuego de mi fuerza
Y sólo en él
Fallezco.
A r d i e n d o e n l a h o g u e r a d e m i p r e s e n c i a
— * —